Consciencia, percepción y conceptualización
Lo que sigue es una reseña del artículo de Christopher Peacocke de 2001, "Does Perception Have a [sic] Nonconceptual Content?".1 Ensayo realizado como trabajo final para el curso de "Filosofía de la mente y epistemología", del Centro de Investigación en Ciencias Cognitivas de la UAEMor.
Del interrogar por motivaciones procede inevitablemente una licitación axiológica y normativa. Cualquier persona con entrenamiento filosófico podría percatarse de la conexión entre "motivación", "propósito" y el buen proceder o las realidades deseables; para luego demandar respuestas cada vez más profundas hasta topar con el muro del nihilismo moral. Por fortuna no necesitaré de tantos saltos explicativos antes de pasar de mi trivial selección de artículo hasta hablar de valores fundamentales.
Sostengo que la eudaimonia (un consecuencialismo que busque maximizar la felicidad, y de esa optimalidad que tenga que ser de corte utilitarista) es la mejor candidata para ocupar el asiento de la motivación y capturar muchas de las intuiciones éticas que rondan por ahí. Ahora bien, si algo no tautológico puedo añadir al aparentemente endeble vocablo "felicidad" (y sus vecinos "bienestar", "satisfacción") es que estamos hablando de estados mentales conscientes. Es decir, es necesario2 que existan seres sensibles para que exista la felicidad; o bien, su antítesis. En este tenor, el estudio de la consciencia abona a la comprensión de la ética; entre otras cosas como la filosofía de la mente, la ontología, la filosofía de la ciencia y la estética. La consciencia es en un sentido no condescendiente un tema coyuntural, así como la gran olvidada por el cognitivismo. A su naturalización la invisto tanto de importancia como de urgencia.
Así se redujeron las posibilidades a una terna de artículos, cuyo posterior filtrado ha de ser explicado en términos de las casualidades del proceso de repartición grupal. En retrospectiva pienso que fue afortunado haber incursionado en un artículo para mí desconocido. Cabe mencionar que pese a haber sido seducido por un título que aparentaba tratar de los contenidos de la subjetividad per se, independientemente de su representacionabilidad; la ligeramente distinta temática del artículo logra un exquisito balance entre consideraciones fenomenológicas, epistémicas y lógicas.
Christopher Peacocke es un filósofo británico especializado en filosofía de la mente y epistemología. Nacido en 1950 en el seno de una familia preconizadora de la ciencia y la filosofía, Peacocke se graduó como filósofo y economista de la Universidad de Oxford en 1974; donde más tarde también obtendría el título de doctor en filosofía. Como docente ha transitado por la Universidad de California en Berkeley, Oxford, el King's College London, la Universidad de Nueva York, la Universidad de Columbia, la University College London y el Nuevo Colegio de Humanidades recién fundado por A. C. Grayling.
Es conocido principalmente por su defensa de la existencia de qualia o propiedades fenoménicas que no pueden ser reducidas a estados intencionales.3 Más tarde pasó a refinar su postura distinguiendo entre dos tipos de estados intencionales (a la vez que manteniendo los estados fenoménicos): aquellos cuyo representado es conceptual4 y los que no. También ha desarrollado una vasta teoría filosófica de la posesión de conceptos, basada en condiciones de satisfacción provistas por estados tanto fenoménicos como conceptuales y no conceptuales.5
Adentrarse en el artículo de Peacocke es hacer un corte transversal en una larga pugna epistemológica que puede ser trazada, cuando menos, hasta los albores de la filosofía occidental moderna; a saber: la relación entre el empirismo y el racionalismo. El artículo no escatima la oportunidad para bisecar una decena de nombres de filósofos contemporáneos; lo cual es entendible a la luz de la pregunta de si la conceptualización necesita de un nivel de pensamiento meramente experiencial (así como de si lo segundo existe).
Las implicaciones que de ahí desprenden para la filosofía de la mente deberían ser evidentes. En primera instancia, se trata de una contienda por caracterizar las operaciones básicas del pensamiento mismo (en su acepción tradicional o representacionalista6), que por su parte está inextricablemente ligado a la búsqueda de todo conocimiento. Más incluso, es debido a la cercanía entre el reconocimiento — tanto epistémico como ontológico — de imaginería mental exenta de categorización y tratamiento gramatical por un lado, y el problema de cosificar el fenómeno7 en nuestra narrativa científica del mundo objetivo y mecánico que se nos invita a la antesala de uno de los debates más pasionales y esotéricos de las ciencias cognitivas: el problema de la consciencia.8 Tampoco podemos dejar de lado la incidencia de la conceptualización sobre el lenguaje y su estatus como facultad mental por antonomasia.
El apunte de Christopher Peacocke para cada uno de estos menesteres sería, respectivamente: que el pensamiento no conceptual existe, que la razón está cuando menos parcialmente supeditada a la experiencia de dichos perceptos, y que por ende el lenguaje es contingente a habilidades primigenias de reconocimiento en línea de sensaciones y objetos; habilidades que compartimos con muchas especies y de las cuales se hablará a la brevedad.
El contenido no conceptual que al artículo en cuestión atañe es de tipo intencional o representacional; es decir, que ha dejado de ser exclusivamente un cúmulo de propiedades que identifican la sensación/experiencia, pasando a relacionarse con algo acerca de lo cual ésta es. Alternativamente podemos decir que el contenido fenoménico de base ha sido obtenido o percibido de cosas en el mundo propiamente dicho (el nouménico); lo cual añade al pensamiento una capa de indirección (sin llegar a ser aún subsumido en las categorías del aparato conceptual, presume Peacocke). Nótese que el fenómeno experienciado es, estrictamente hablando, ipso facto idéntico a la realidad accesible por el sujeto;9 y no es intrínsecamente acerca de algo más que del fenómeno mismo. Por lo tanto carece de valor de verdad (para lo cual requeriría de carga proposicional, donde al menos algunos contenidos son asumidos falsos), ni mucho menos puede comportar un significado más complejo como en la oración "el lenguaje coloquial no se reduce a la lógica formal".10 Paradójicamente, muchos también damos por hecho inamovible que la consciencia es lo que termina por infundir semántica en los vacuos símbolos o estructuras representacionales con las que opera el cerebro12 — la chispa que convertiría objetos del mundo permanente en sujetos bona fide, con "punto de vista" propio o existencia intrínseca.
El texto hace uso constante de la noción de "manera" (way) en la que se presenta una experiencia, a fin de capturar la multiplicidad de categorizaciones en las cuales podría desembocar una misma propiedad perceptual. No es hasta que se acepta que la experiencia completa incluye componentes contextuales y de relaciones de orden superior entre los constituyentes que la teoría de Peacocke cobra valía. En la figura 2 tomaré licencia para mostrar una fotografía que se volvió viral en Internet en 2015, al ser un estímulo con la capacidad para generar respuestas dispares a la pregunta de si el color de base del vestido es un tono de azul o de blanco.
Olvidemos por un momento que el espacio cromático entre el blanco y el azul es bastante más continuo o gradual que nuestro léxico adquirido en etapas preescolares. Pasemos por alto también que las creencias legas acerca de los colores en escenarios reales pueden ser bastante malas (el pintor sabe que el color de una misma cosa puede variar enormemente en función de la iluminación, las propiedades especulares del material y los colores de los objetos circundantes). Para el caso tampoco importa que un análisis de la imagen ponga números a los píxeles en un espacio de "color", o que revele que los fotones emitidos abundan en determinada banda del espectro electromagnético; pues lo que estas respuestas evaden es que el color en realidad es una misteriosa actividad o complejidad realizada13 en la corteza visual.14 Volviendo al vestido, podemos asumir que las experiencias de distintas paletas cromáticas en distintos instantes es más que sinonimia, como también lo es la diferencia de los contenidos mentales completos resultantes de esas observaciones. Sin embargo el componente visual del contenido mental es tentativamente el mismo en ambos casos, incitando a descartar la existencia de colores en tanto que representaciones independientes de la carga conceptual.
En otras palabras, la diferencia solo podría ser explicada en términos de abstracciones categóricas divergentes — a veces se nos ocurre usar el concepto "AZUL", y en otras, "BLANCO". Según Peacocke esa es una inferencia falaz, ya que la manera en la que se percibe también forma parte de los criterios de correctitud para predicar algo acerca del fenómeno, y esa manera no tiene por qué ser una abstracción. Cualquiera el nombre del color promedio experimentado en determinado momento, su quale es concreto aunque venga acompañado de una sensación de manera, quien contribuye matizando la experiencia global. Por "la manera" se entiende otro quale específico (ej. un estado anímico particular). En efecto, una noción genérica de "la manera" sería incapaz de determinar la inagotable riqueza de contenidos mentales.
Son tres los argumentos atacados a favor del conceptualismo, y cuatro los que se desarrollan a favor de la coexistencia de contenido mental no conceptual y conceptual. Los primeros en la lista son los conceptos perceptuales-demostrativos y los conceptos de reconocimiento. McDowell se opone a la postura de Peacocke, asegurando que basta una familia de construcciones lingüísticas para hacer justicia a la granularidad de la experiencia.15 Por un lado se invocan artículos demostrativos que parecen poder cuantificar genéricamente a todos y cada uno de los contenidos del tipo que acompañan ("ese sabor", "aquel intervalo", "esta textura"). Por otro lado, mediante conceptos de reconocimiento, McDowell pretende que la capacidad conceptual pueda segmentar la realidad con tanta especificidad como sea necesaria; de modo que a cada hipotético contenido no conceptual en realidad corresponde un microconcepto ("el sabor Si, el intervalo Ii, la textura Ti).
A los primeros Peacocke replica que no pueden ser empleados en todas las instancias que la experiencia demanda. El sujeto debe ser acreedor a conceptos generales como "sabor", "intervalo" y "textura" antes de poder combinarlos con artículos demostrativos. Sin embargo, resulta intuitivamente ridículo creer que somos incapaces de conocer el desasosegador intervalo de tritono antes de haber tomado una clase de teoría musical, o que los efectos sicotrópicos del cannabis son muy distintos para la población de hispanohablantes y hablantes de chino, donde los verbos no se accidentan temporalmente (ver críticas a la hipótesis Sapir-Whorf dura). Otra refutación interesante versa en que el sujeto puede hacer uso de demostrativos menos específicos cuando en realidad experimenta algo muy particular, como al decir "eso fue genial". Si el pensamiento anterior consistiera únicamente de un concepto perceptual-demostrativo entonces el sujeto no tendría cualidad particular en mente a la cual adscribirle genialidad.
Asimismo, de los conceptos de reconocimiento se critica su completa dependencia en una memoria eidética. Para que un microconcepto esté disponible al reporte es necesario que exista en la memoria de trabajo; pero se sabe que la frugalidad y extensión de la misma no permiten operar con un mundo conceptual tan basto como la imaginería mental. Más aun, persistiría el problema del bootstrapping del reconocimiento de propiedades perceptivas nunca antes encontradas, que suponemos, son reconocibles en todo su esplendor con o sin memoria (gracias a su representacionabilidad no conceptual, diría Peacocke). En resumen, la consciencia está cargada con una riqueza de representaciones previas a las maquinaciones del aparato conceptual.
Tratemos ahora los cuatro argumentos que Peacocke preparó para avanzar con su tesis:
-
La conceptualización de perceptos depende del contenido no conceptual de la experiencia perceptiva: una vez sepultados los conceptos perceptuales-demostrativos y de reconocimiento, el autor asume que no hay más contendientes y procede a concluir que el único remanente representacional de la percepción debe ser de índole no conceptual; vía principio del tercero excluido.
-
La granularidad de la experiencia no conceptual es sustento empírico del aprendizaje de conceptos: el contenido representacional dados algunos particulares debe ser suficiente para inducir la generalización de un concepto nuevo. El concepto en formación no está presente en la experiencia de los particulares, por definición.16 Lo que sí está incluido eventualmente desemboca en contenido no conceptual que guarda relación con el concepto recién forjado (de modo que exista un criterio para determinar si el contenido es correcto al concepto). El salto a las representaciones no conceptuales es necesario para que el razonamiento "esto es un A" cobre sentido; donde "A" refiere a las propiedades del fenómeno.17
Nótese que observar "A" no es una inferencia, si bien vehicula la inferencia "esto es un A". Lo que más me llama la atención es que pone muy de manifiesto algo que se respira a través de todo el artículo: cómo la experiencia es constitutiva de todo pensamiento, incluso pudiendo prescindir de razonamiento. Admito mi confusión cuando leo que Peacocke de todos modos se describe a sí mismo como "neorracionalista".
-
La granularidad de la experiencia no conceptual es sustento del juicio racional acerca de perceptos: en sintonía con el punto anterior, se dice que el agente hace un juicio racional con algún concepto cuando el contenido no representacional, así como la manera en la que se da la experiencia, son referentes del concepto; y cuando además puede aceptar prima facie la veracidad de su experiencia (o sea que no está halucinando).18 Por ejemplo, es racional decir que "la figura 2 es de un vestido con franjas azules" si y sólo si se percibe forma perteneciente a VESTIDO, con subformas pertenecientes a FRANJA (en perspectiva sobre la superficie deformable de tela) de colores pertenecientes a AZUL (o durante una manera de percibir los colores en relación a una luminiscencia intensa que lleve a sentir que se trata de un azul bajo encandilamiento, por ejemplo). Que un ciego sin conocimiento de la imagen enuncie la frase, por más coherente que sea, se antoja insuficiente pues no hay conexión causal entre lo que percibe y lo que comunica. El autor expande el argumento a una forma más o menos silogística para discutir cuál sería la mejor teoría de la justificación bajo la lupa de su teoría del contenido mental.
-
El contenido representacional no conceptual es pensamiento compartido con animales no lingüísticos: como ya se había augurado, el conceptualismo compromete a sus partidarios a una especie de automatismo cartesiano; donde animales, niños y personas con trastornos del lenguaje "no tienen literalmente la experiencia visual de una superficie, a cierta distancia y dirección en el mismo sentido que un humano maduro, usuario de conceptos." Peacocke simplemente apela a la intuición para convencernos de que esto es falso.
Debo confesar que me resulta especialmente difícil encontrar premisas que invalidarían la solidez de la afirmación básica del artículo. Creo que se trata de un hecho autoevidente — una paráfrasis fenomenológica de la máxima cartesiana que de hecho prescindiría de labor argumentativa, de no ser por la necesidad de comunicarla. Pero en caso de que la mera introspección y enumeración de ejemplos no fuera suficiente para convencernos de la existencia de contenidos mentales no conceptuales, el autor ha hecho un buen trabajo analítico contrastando sus afirmaciones contra las aspirantes a explicaciones desde la perspectiva que yo bautizaría como "neorracionalista" (aunque seguramente en la literatura el término se usa en otro sentido). Abogar por una mente 100% conceptualizante es el punto de partida para desdeñar la tradición empiricista.
Por otro lado, el estado informal e inacabado de los argumentos deja una sensación de desazón. No culpo el estilo ni la labor del autor; sino la dificultad por encontrar argumentos propiamente dichos en un dominio que cuestiona, constructivamente, los fundamentos mismos del conocimiento.
En mi estimación, Peacocke se asume como un heredero de la síntesis kantiana, otorgándole su debido peso y posición privilegiada a la experiencia subjetiva. No obstante, sería interesante abundar directamente en los textos de opositores como John McDowell y Bill Brewer, so peligro de ser espectador de una falacia de hombre de paja.
-
Peacocke, Christopher. Does Perception Have a Nonconceptual Content?. The Journal of Philosophy, Vol. 98, No. 5. May 2001. pp. 239-264. ↩
-
Si las sensaciones que catalogamos como satisfactorias son además suficientes para volverse valiosas no parece ser tan claro, no obstante. Parece que deben estar acompañadas de una predisposición conductual que lleve a buscar dichos estados mentales. Se puede imaginar una inversión de los qualia del dolor y placer; pero eso no volvería preferible, ni siquiera hedonísticamente atractivo, ser torturado hasta la muerte. De cualquier manera la consciencia seguirá siendo requisita, de no querer preocuparnos por los paraderos de tantos objetos con conductas atractivo-repulsivas, pero seguramente sin subjetividad. ↩
-
Peacocke, Christopher. Sense and Content. Oxford University Press. 1983. ↩
-
Peacocke define "conceptual" como: "Content of a kind that can be the content of judgement and belief. ... I take to have identities conforming to ... Frege's criterion for identity ... Concepts p and q are distinct iff it is possible for someone ... to judge that p without judging that q." ↩
-
Peacocke, Christopher. A Study of Concepts. MIT Press. 1992. ↩
-
A título de contraejemplos podríamos mencionar las formas más duras de pragmatismo y conductismo. ↩
-
Por "fenómeno" entiéndase aquí y en lo subsecuente los sentidos y el resto de la experiencia subjetiva, ya sea en su totalidad o en parte. En otras palabras, la consciencia. ↩
-
Consciencia fenoménica; aunque hacia el final del artículo el autor aborda la necesidad lógica de la conceptualización para dar origen al fenómeno de la autoconsciencia; en un gesto de tregua con sus opositores conceptualistas. ↩
-
De hecho esa realidad accesible también es idéntica al sujeto mismo, si se presta atención al canto contemplativo que muestra que a nivel fenoménico la distinción sujeto-objeto colapsa. El más objetivo de los experimentos científicos se reduce a la verificación independiente (subjetiva pues) de imágenes, sonidos, etc: qualia en la consciencia. Es difícil imaginar cómo fuera de la experiencia habría conocimiento, incluso para los hechos más puros de la lógica. La necesidad de lidiar con la abrumadora regularidad de la realidad hizo que los aparatos cognitivos se desarrollaran para creer en objetos, externos y permanentes; y es el éxito del modelo nouménico revelado por la ciencia prediciendo nuestros futuros estados conscientes lo que nos motiva a mantener dicha creencia. ↩
-
Putnam, Hilary. Brains in a Vat. Cambridge University Press. 1981. ↩
-
He tomado la idea de Federico Faggin: On Consciousness with Giulio Tononi, Max Tegmark and David Chalmers. Foundational Questions Institute. ↩
-
"Realizado" tanto en el sentido de la jerga filosófica como en el vernacular de "llevado a cabo". En filosofía de la mente y áreas afines, "realización" cobra el significado especializado de "token", o implementación de una invarianza funcional u organizacional; como expresando que la forma pura podría servirse de otro sistema natural para materializarse. ↩
-
Para demostrarlo basta señalar que los colores pueden soñarse, imaginarse, halucinarse e ilusionarse en ausencia del estímulo óptico correcto o alguno; incluso en ausencia de ojos y nervio óptico. En contrapartida, los pacientes con ceguera cortical simplemente no los pueden sentir pese a tener aferencias sanas y bien estimuladas. ↩
-
McDowell, John. Mind and World. Harvard University Press. 1994. ↩
-
A menos que el radical nativismo conceptual de Jerry Fodor sea cierto: todos nacemos precargados con todos los conceptos habidos y por haber, y el proceso de aprenderlos simplemente los desbloquea en nuestros cerebros. ↩
-
El argumento parece asumir que todo nuevo concepto es inconmensurable, es decir, que no puede ser compuesto a partir de conceptos existentes. Esto es falso, muchos conceptos se aprenden como abstracciones de otros conceptos: conceptos de orden superior. Sin embargo aquellos que no lo son bastan para aceptar el espíritu de la letra. ↩
-
Yo añadiría un tercer requisito, del orden lógico-sintáctico, ya que la racionalidad es más que seleccionar los conceptos adecuados a la sensación. Cómo se estructuran los elementos conceptuales para decir algo con ellos no puede ser pasado por alto. ↩